Luís Vaz de Camões o Camoens
(Lisboa,c. 1524 — Lisboa, 10 de junio de 1580)
Paráfrasis del salmo CXXXVI
Super flumina babilonis, etc.
Sobre los ríos que van
Por Babilonia, me hallé,
Donde sentado lloré
Por los que en Sïón están
Y por cuanto allí pasé.
Allí un río permanente
Mis ojos han destilado,
Y despacio he comparado
Babilonia al mal presente,
Sïón al tiempo pasado.
Los contentos precedentes
A mi alma se presentaran,
Y los objetos ausentes
Se me hicieron tan presentes
Como si nunca pasaran.
Cual si hubiera despertado
Vi, y lloré lleno de horror,
Este sueño imaginado:
Vi que todo bien pasado
No es gusto, sino dolor.
Yo vi que todos los daños
Nacían de las mudanzas,
Las mudanzas de los años;
Vi cuán enormes engaños
Producen las esperanzas.
Vi que lo que más conviene
Poquísimo tiempo dura;
Vi cuán aprisa el mal viene,
Vi cuán triste estado tiene
Quien se fía de ventura.
Vi que el bien más especial
Nunca se aprecia mejor
Que cuando el mal es mayor;
Vi al bien suceder el mal
Y al mal lo que es mucho peor.
Vi con notable trabajo
Comprar arrepentimiento;
Vi que nadie está contento,
Y a mí me vi cabizbajo
Dando mil quejas al viento.
Un río es el recio llanto
Con que baño este papel;
Parece cosa bien crüel
Verme en medio del espanto
Y confusión de Babel.
Como hombre que para ejemplo
Del peligro en que se halló,
Cuando la guerra dejó
En las paredes del templo
Todas sus armas colgó;
Así después que observé
Que el tiempo todo lo acaba,
Tan afligido quedé,
Que en los árboles colgué
La flauta con que cantaba.
Colgué la flauta, que leda
Hizo mi vida pasada,
Diciendo: «Música amada,
Déjoos en esta arboleda
En memoria consagrada.
»¡Flauta mía, que tañendo
Los montes hacíais ir
Adonde estabais, corriendo,
Y el agua que se iba huyendo
Volvías a hacer subir:
Ya nunca os escucharán
Los tigres que se amansaban,
Y las reses que pastaban
De las hierbas se hartarán
Que por otros dejaban.
»Ni en rosas tan dulcemente
Transformaréis los abrojos
En el prado floreciente,
Ni detendréis la corriente,
Y más si es la de mis ojos.
No moveréis la espesura,
Ni podréis atrás volver
La fuente corriente y pura,
Pues no pudisteis mover
El rigor de mi ventura.
»Os quedaréis ofrecida
A la fama, flauta bella!
¡Flauta de mí tan querida!
Pues mudándose la vida
Se mudan los gustos de ella.
Hay para la mocedad
Sus gustos acomodados;
Luego en la mayor edad
Se siente la vanidad
De los placeres pasados.
»El placer que ahora se alcanza,
Mañana ya no lo veo:
Así nos trae la mudanza,
De esperanza en esperanza
Y de deseo en deseo.
Mas en vida tan escasa
¿Qué esperanza será fuerte?
¡Flaqueza de humana suerte!
¡Cuanto de la vida pasa
Nos va acercando a la muerte!
»Mas quede en esta espesura
El canto de mocedad,
Porque la gente futura
No crea obra de la edad
Lo que es fuerza de ventura.
Que ni el tiempo, ni el espanto
De ver cuán ligero pase,
Nunca en mí pudieron tanto,
Que aunque interrumpiese el canto,
La causa también dejase.
»Mas en tristeza, en enojos,
En gusto, en contentamiento,
En sol, en nieve y en viento,
Tendré presente a mis ojos
Por quien muero tan contento.»
Así la flauta dejaba,
Despojo de mí querido,
En el sauce que allí estaba,
Que por trofeo quedaba
De quien me había vencido.
Pero la antigua pasión
Que esclavo me conservaba,
Me preguntó a la sazón
Dónde la música estaba
Que yo cantaba en Sïón;
Y en qué paró aquel cantar
Del mundo tan celebrado;
Por qué lo dejé de usar,
Pues siempre ayuda a pasar
Cualquier trabajo pesado.
Canta el caminante ledo
Por el camino fragoso,
Armándose de denuedo;
Y de noche, el temeroso
Cantando refrena el miedo:
Canta el preso dulcemente,
Los duros grillos tocando:
Canta el segador ardiente;
Y el trabajador cantando
Menos el trabajo siente.
Yo que estas cosas sentí
En mi alma de dolor llena,
«¿Cómo dirá -respondí-
Quien ajeno está de sí
Dulce canto en tierra ajena?
¿Cómo ha de poder cantar
Quien con llanto baña el pecho?
Y si el que ha de trabajar
Canta por no se cansar,
El descanso yo desecho.
»Pues no sería razón
Que por mucho que penase,
Para ablandar la pasión,
En Babilonia cantase
Los cánticos de Sïón.
Y así aun cuando la esperanza
De mi corazón quebrante
Esta vital fortaleza,
Moriré antes de tristeza
Que por mitigarla cante.
»Que si el fino pensamiento
En la tristeza consiste,
No tengo miedo al tormento;
Pues morir de puro triste
Será mi mayor contento.
Ni en la flauta cantaré
De mis trabajos la suma,
Ni menos la escribiré;
Pues se cansará la pluma,
Y yo no descansaré.
Que si una tan corta vida
Se acrecienta en tierra extraña
Sin que el amor se lo impida,
No debe pluma atrevida
Escribir pena tamaña.
Pero si para explicar
Lo que siente el corazón
La pluma se ha de cansar,
No se canse de volar
La memoria hacia Sïón.
»¡Tierra bienaventurada!
Si por yerro o por descuido
De mi alma eres apartada,
Quede mi pluma entregada
A duro y perpetuo olvido.
La pena de este destierro,
Que quiero ver esculpida
En piedra o en duro hierro,
Esa nunca será oída,
En castigo de mi yerro.
»Y si yo cantar quisiere
En Babilonia sujeto,
En tanto que no te viere,
Cuando la lengua moviere
Quede mi voz sin efeto.
Al paladar se me pegue
La lengua, pues te perdí,
Si mientras viviere así
Llega un día en que te niegue,
O en que me olvide de ti.
»A aquella patria de gloria,
De luz, de magnificencia,
Es a do aspira mi esencia;
Pues si no está en mi memoria,
Está en mi reminiscencia.
Que aunque es de saber escasa
Nuestra alma, si la ilumina
Dios con celeste doctrina,
Se eleva desde su casa
Hasta la patria divina.
»No es, pues, de la falsedad
De la tierra de do vienes,
Alma mía; pues provienes
De aquella santa ciudad
Do se hallan todos los bienes.
Y aquella humana figura
Que aquí me puede alterar,
No es lo que se ha de buscar:
Es rayo de la hermosura
Que sólo se debe amar.
»Los bienes que el mundo crea,
Y con que al hombre entretiene
Sin que su desdicha vea,
Son sombra de aquella idea
Que en Dios ser perfecto tiene.
Los que a mí me cautivaron
Son poderosos afetos,
Que nos mantienen sujetos:
Sofistas que me enseñaron
Caminos malos por retos.
»De éstos el mando tirano
Me obliga con desatino
A cantar con son profano
Cantares de amor humano,
Por versos de amor divino.
Mas viendo yo el rayo santo
En la tierra de dolor,
De confusión y de espanto,
¿Cómo he de cantar el canto
Debido sólo al Señor?
»De la gracia el beneficio
Me da perfecta salud;
Y es tanta su rectitud,
Que aun en lo que hice por vicio
Me inclina hacia la virtud:
Y aun este amor natural
Me hace subir con presteza
De la sombra a lo real,
De la individual belleza
A la que es universal.
»Y así quédese colgada
La flauta con que tañí,
Y venga ¡oh ciudad sagrada!
Esa otra lira dorada,
Por cantar sólo de ti.
No cautivo y aherrojado
En la ciudad infernal;
Mas del vicio desatado,
Y de esta tierra llevado
A mi patria natural.
»Si mi cerviz humillare
A mundanos accidentes,
Duros, tiranos, urgentes,
Bórrese cuanto yo obrare
Del libro de los vivientes
Tomando sin dilación
La lira santa, y capaz
De más sublime invención.
Cállese esta confusión,
Cántese visión de paz.
»Óigame mi Rey querido;
Resuene este acento santo;
Muévase el mundo de espanto,
Pues del mal que me han oído
La palinodia ya canto.
A vos sólo me quiero ir,
¡Oh capitán soberano
De Sïón que busco en vano!
Pues no puedo allá subir
Si vos no me dais la mano.
»En el día singular
Que en la lira el docto son
De Sïón se ha de entonar,
No dejéis de castigar
Los ruines hijos de Edón.
Y a los que tiñen sus manos
Con sangre del inocente,
Soberbios, locos y vanos,
Destruidlos igualmente,
Conozcan que son humanos.
»Abatid el poder duro
De afectos desordenados,
Que contra mí conjurados
De mi libertad el muro
Rompieron al fin osados;
Que alzando la voz furiosos,
Se preparan a escalarme;
Espritos malos, dañosos,
Que pretenden animosos
De la virtud derribarme.
Destruidlos, pues, mi Dios,
Humillad sus duros cuellos,
Porque no podemos nos
Ni con ellos ir a vos,
Ni sin vos librarme de ellos.
No es bastante mi flaqueza
Para darme defensión,
Si vos, ilustre Patrón,
En esta mi fortaleza
No pusiereis guarnición.
»Y tú, carne, que me encantas,
Hija de Babel, tan fea,
De tantos pecados rea;
Que mil veces te levantas
Contra quien te señorea:
Feliz sólo puede ser
El que con Dios te resiste
Y te consigue vencer,
Y por fin te llega a hacer
Todo el mal que tú le hiciste.
»Quien con disciplina cruda
Se castiga y se macera;
Quien del vicio se desnuda,
Y vuelve a su carne ruda
El mal que ella al alma hiciera.
Es dichoso quien tomare
Sus pensamientos recientes,
Y al nacer los sofocare,
Y con esto se librare
De vicios graves y urgentes.
»Quien con celo religioso
Contra alguna peña dura
Los estrelle fervoroso,
Y haga de acto tan piadoso
La fuente de su ventura:
Y luego cuando imagina
Los vicios que el cuerpo da,
Los pensamientos declina
A aquella carne divina
Que en la cruz estuvo ya.
»Quien del vil contentamiento
De aqueste mundo visible,
En cuanto al hombre es posible,
Levanta el entendimiento
Hacia el mundo inteligible,
Para que de allí reciba
La satisfacción completa
Que sólo viene de arriba,
Y ni es por poca imperfecta,
Ni sacia por excesiva.
»Allí verá tan profundo
Misterio en la suma alteza,
Que a toda humana grandeza
Y al mayor fausto del mundo
Lo tendrá por gran bajeza.
¡Oh tú, divino aposento,
Patria mía singular!
Si sólo el te imaginar
Exalta el entendimiento,
¡Qué hará el llegarte a gozar!
»¡Feliz quien pueda partir
Hacia ti, tierra excelente,
Tan justo y tan penitente,
Que cuando ahí llegue a subir,
Descanse perpetuamente!»
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